No estoy hablando de estar muerto. No estoy hablando de estar dormido. No estoy hablando de que guarden toda tu sangre y te inyecten un líquido a siete grados. No es nada de eso. Imagina estar suspendido. Imagina no notar las extremidades. Ni el peso de los párpados. Sin frío. Sin anestesia. No escuchar tu respiración. Ni el ruido de tus tripas. No estás dormido. Simplemente no estás. No estás muerto. Pero lo parece. Cincuenta horas sin que nadie espere nada de ti. Sin preguntas. Sin responsabilidades. Sin angustia. Sin vecinos a los que mutilar. Sin arcadas. Sin picores. Sin dolor. Sin respuestas físicas. Con la actividad neuronal de una piedra de río. Encerrado en un cubículo. Secuestrado. Incomunicado. Sin puertas. Sin ventanas. Sin secuestradores. Cincuenta horas suspendido. Como un insecto con las alas arrancadas. Feliz e inconsciente. Sin tener que decidir si cortas el cable verde. O el rojo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario